De vuelta a la
capital, durante el trayecto en Ave (he de reconocer, que desde que han bajado
los precios, soy un asiduo pasajero), valoraba ideas para la próxima
publicación. Para aislarme del resto del vagón decidí aceptar la proposición de
la amable azafata y coger los cascos que ofrecía. ¡Estaban echando “Hotel
Marigold”!
Esta película
cuenta cómo un grupo de jubilados británicos deciden disfrutar de su merecido
retiro en la exótica India atraídos por una visión distorsionada de una vida de
placer y de lujo. Todo cambia cuando a su llegada se encuentran con las sombras
que se ocultan tras este nuevo estilo de vida. Se sienten desorientados e
inseguros acerca de lo que el futuro puede depararles.
El sentimiento
de desconcierto y desorientación es el mismo que padecen nuestros padres que
tras una vida de trabajo y dedicación, observan perplejos cómo se tambalea la
sostenibilidad de sus pensiones. El envejecimiento de la población es la
principal amenaza de la Seguridad Social. El sistema que tenemos actualmente es
un sistema de reparto, que se caracteriza por lo siguiente:
- Un pacto-contrato “intergeneracional” de intercambio de promesas por el que son las generaciones activas las que dan soporte a las jubiladas a cambio de que cuando éstos, “los activos”, alcancen su edad de jubilación también ellos reciban su pensión
Al observar
una tasa de desempleo que roza máximos históricos del 26%, nos encontramos con
nuevos problemas y complicaciones. El aumento de la esperanza de vida (cada vez
vivimos más y mejor), contracción de la natalidad y sobre todo la
drástica destrucción de empleo en la que cada vez somos más los jóvenes que lo
padecemos y los que nos incorporamos tarde a la vida laboral. Con la actual
situación descrita, encontramos una pirámide poblacional totalmente invertida.
Es por ello que no sólo nuestros padres sino que también el resto debemos de
preocuparnos y concienciarnos sobre el desajuste en la sostenibilidad de la
Seguridad Social.
Las últimas
noticias sobre éste polémico debate plantean la necesidad de introducir nuevas
pautas que mantengan el sistema contributivo de reparto como pueden ser: sumar
todas las aportaciones de cada cotizante y dividirlo por el número de años de
esperanza de vida que tenga al jubilarse. Desde mi punto de vista
(emocionalmente hablando) no debe verse con buenos ojos que una persona de 69-70
años, tras 40 años cotizados, tenga que seguir trabajando (por obligación y
necesidad) en vez de disfrutar de esa nueva etapa.
¿Dónde está el
relevo generacional si obligamos a nuestros mayores a continuar con la
actividad?
Es lícito que
aquel que lo desee, continúe pero no que se le imponga. Todo es como una
consecuencia de una mala planificación y gestión de “poner parches en vez de
curar heridas”.
Un buen modelo
de viabilidad financiera es el presentado por la economía chilena, un modelo de
capitalización pública en la que el trabajador aporta a su propia cuenta de
“jubilación personalizada”. En este caso, si el trabajador falleciera, sus
legítimos tendrían derecho a recuperar la totalidad del capital invertido más
su rendimiento.
Pero… oiga usted:
¿Esto no es un plan de pensiones?
Sí, pero
gestionado de forma pública (Es el Estado y la Seguridad Social quien lo
gestiona).
¿Cómo
pasar de un sistema de reparto a un sistema de acumulación?
Debe
realizarse una transición económica bigeneracional (como mínimo deben
ser dos las generaciones que soporten y dupliquen el esfuerzo), siendo capaz de
mantener las pensiones de nuestros mayores en el presente y al mismo tiempo que
acumula la individualizada de cada “jubilado futuro”.
Desde
mi punto de vista, hay una cosa que debemos tener muy clara, es que si
obligamos a nuestros mayores a realizar “trabajos forzosos”, se producen dos
reacciones:
- Disminución de la productividad – Eficiencia.
- Aumento de la tasa de desempleo Juvenil, “No se produce relevo generacional”.
Si cada vez el
sector más joven, entra más tarde al mercado laboral, para cumplimentar en un
futuro el mínimo cotizado, progresivamente irá aumentando la edad de
jubilación. Yo considero “Señores”, que ésta no es la solución, nuestros padres
han trabajado duro y ahora merecen vivir y disfrutar de su época dorada.
En próximos “post”
valoraremos diferentes medidas-alternativas, mientras tanto hagamos sonreír a
nuestros mayores.
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