martes, 23 de abril de 2013

AÑOS DORADOS ¿REALIDAD O FICCIÓN?

Tras un fin de semana de relax, de regreso a mi ciudad natal y acompañado de los míos, me sentí como si viajara en el tiempo, con la sensación de que nada ha cambiado y donde todo permanece igual. El olor de mí casa, mi habitación, la mirada de mi abuela, la sonrisa de mi madre, las charlas con mi padre y qué decir tiene el sabor de la paella del domingo. 

De vuelta a la capital, durante el trayecto en Ave (he de reconocer, que desde que han bajado los precios, soy un asiduo pasajero), valoraba ideas para la próxima publicación. Para aislarme del resto del vagón decidí aceptar la proposición de la amable azafata y coger los cascos que ofrecía. ¡Estaban echando “Hotel Marigold”!

Esta película cuenta cómo un grupo de jubilados británicos deciden disfrutar de su merecido retiro en la exótica India atraídos por una visión distorsionada de una vida de placer y de lujo. Todo cambia cuando a su llegada se encuentran con las sombras que se ocultan tras este nuevo estilo de vida. Se sienten desorientados e inseguros acerca de lo que el futuro puede depararles.

El sentimiento de desconcierto y desorientación es el mismo que padecen nuestros padres que tras una vida de trabajo y dedicación, observan perplejos cómo se tambalea la sostenibilidad de sus pensiones. El envejecimiento de la población es la principal amenaza de la Seguridad Social. El sistema que tenemos actualmente es un sistema de reparto, que se caracteriza por lo siguiente:
  • Un pacto-contrato “intergeneracional” de intercambio de promesas por el que son las generaciones activas las que dan soporte a las jubiladas a cambio de que cuando éstos, “los activos”, alcancen su edad de jubilación también ellos reciban su pensión
Al observar una tasa de desempleo que roza máximos históricos del 26%, nos encontramos con nuevos problemas y complicaciones. El aumento de la esperanza de vida (cada vez vivimos más y mejor), contracción de la natalidad y sobre todo la drástica destrucción de empleo en la que cada vez somos más los jóvenes que lo padecemos y los que nos incorporamos tarde a la vida laboral. Con la actual situación descrita, encontramos una pirámide poblacional totalmente invertida. Es por ello que no sólo nuestros padres sino que también el resto debemos de preocuparnos y concienciarnos sobre el desajuste en la sostenibilidad de la Seguridad Social.

Las últimas noticias sobre éste polémico debate plantean la necesidad de introducir nuevas pautas que mantengan el sistema contributivo de reparto como pueden ser: sumar todas las aportaciones de cada cotizante y dividirlo por el número de años de esperanza de vida que tenga al jubilarse. Desde mi punto de vista (emocionalmente hablando) no debe verse con buenos ojos que una persona de 69-70 años, tras 40 años cotizados, tenga que seguir trabajando (por obligación y necesidad) en vez de disfrutar de esa nueva etapa.
¿Dónde está el relevo generacional si obligamos a nuestros mayores a continuar con la actividad?

Es lícito que aquel que lo desee, continúe pero no que se le imponga. Todo es como una consecuencia de una mala planificación y gestión de “poner parches en vez de curar heridas”.

Un buen modelo de viabilidad financiera es el presentado por la economía chilena, un modelo de capitalización pública en la que el trabajador aporta a su propia cuenta de “jubilación personalizada”. En este caso, si el trabajador falleciera, sus legítimos tendrían derecho a recuperar la totalidad del capital invertido más su rendimiento.

Pero… oiga usted:

  ¿Esto no es un plan de pensiones?

Sí, pero gestionado de forma pública (Es el Estado y la Seguridad Social quien lo gestiona).

¿Cómo pasar de un sistema de reparto a un sistema de acumulación?

Debe realizarse una transición económica bigeneracional (como mínimo deben ser dos las generaciones que soporten y dupliquen el esfuerzo), siendo capaz de mantener las pensiones de nuestros mayores en el presente y al mismo tiempo que acumula la individualizada de cada “jubilado futuro”.

Desde mi punto de vista, hay una cosa que debemos tener muy clara, es que si obligamos a nuestros mayores a realizar “trabajos forzosos”, se producen dos reacciones:
  1. Disminución  de la productividad – Eficiencia.
  2. Aumento de la tasa de desempleo Juvenil, “No se produce relevo generacional”.


Si cada vez el sector más joven, entra más tarde al mercado laboral, para cumplimentar en un futuro el mínimo cotizado, progresivamente irá aumentando la edad de jubilación. Yo considero “Señores”, que ésta no es la solución, nuestros padres han trabajado duro y ahora merecen vivir y disfrutar de su época dorada.

En próximos “post” valoraremos diferentes medidas-alternativas, mientras tanto hagamos sonreír a nuestros mayores.

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